Munch, Inger en la playa, 1889 CANTO II
Me gusta verte aquí, dormida sobre el colchón despierto de la playa y ajena a ese reloj que gira en tu muñeca. Frente al tictac, intacto, está tu tú; y, aislado de los ruidos, le oigo emerger su espíritu de música. Con lento pensamiento, yo voy rindiéndome a tu fina estampa. Tu creciente belleza, que escapa de mis fotos y no puedo aparcar entre dos versos, refulge en un relámpago apacible. Me gustas más, mujer, cuando me hablas porque pareces lo que eres. Aunque sea ideal, es ideal que te abrace y me abrase entre tus frases, que te bese la gracia y la sonrisa y que coja la mano de nieve de tu empuje. Amiga mía, de las distantes orcas asesi- nadas, del monte y su espesura, de los niños ppobres, de los pobre niños de pobres vientres desmadrados y hasta de la familia numerosa, tú siempre andas enganchada a las banderas verdes de la vida. Salgo del blanco y negro de mis temas a la gozada iris de tu cielo por recibir esas limosnas tuyas, profundas y sencillas. Tú me animaste a amar el mundo apasionadamente, tú entimismaste mi persona y tú me enriquehiciste, oro de mi mediocridad. No debo ser poeta porque apenas se me ocurre exclamar "gracias, que Dios te premie tantos dones". Y ofrecerte tres verdades difíciles y obvias: que la fe no madura a duras dudas que la esperanza alegra porque es larga que el amor es el juego donde nos la jugamos
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Editora del blog
Esperanza Cabello Izquierdo, coordinadora de las actividades de la Biblioteca de Las Cumbres y responsable de la página web. Archives
Marzo 2016
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