Durante esta semana aún puede visitarse la exposición de Manuel Morgado en el claustro del Convento de Capuchinos de Ubrique. La muestra, inaugurada el pasado 11 de abril contiene unas treinta y cinco obras que combinan técnicas, soportes y formatos variados puestos al servicio de la creación de un mundo pictórico personalísimo, con unas constantes temáticas de las que se nutre la obra de este pintor ecijano y vinculado a la provincia de Cádiz, en la que reside y en uno de cuyos institutos, el IES las Cumbres de Ubrique, trabaja actualmente.
Tempera, acrílicos, óleo, aguada, tinta, grabado, falso grabado, linograbado, son algunas de las técnicas que, bien aisladamente o combinadas sobre soportes tan variados como lienzo, tabla , madera sangrada, cartulina o papel, Manuel Morgado emplea con una gran destreza para crear ese su personal orbe del que sus obras ofrecen –como ejemplifica de un modo elocuente esta muestra- una serie rica e inagotable de variaciones en torno a unas constantes temáticas: el flamenco, el mundo taurino, la literatura o espacios como las bibliotecas o los lugares de encuentro, donde el movimiento de la vida urbana parece remansarse. La pintura de Morgado se encuentra cargada de humanidad. Son cuadros los suyos repletos de personajes dotados de una gran expresividad. No se limita el pintor a captar, rostros, figuras y movimientos, y a devolvérnoslos congelados en un instante fuera del tiempo. La expresividad de sus cuadros nos remite a un más allá que trasciende las apariencias y en el que anida un latido de vida que parece guiar su pincelada vibrante, resuelta y valiente, e integrada en una forma de ejecución indisoluble de un dibujo de trazos ágiles y certeros en su sobriedad expresiva y capacidad de sugerencia. Casi omnipresente la figura humana en sus cuadros, ésta se haya integrada, en soledad o en la de interrelación unas con otras, en lugares cargados de atmósfera donde los objetos parecen cobrar vida propia: bares, bibliotecas, cafeterías, estaciones. Los rostros de sus personajes parecen tener algo en común. No por no estar arrebatados por emociones extremas, como el dolor o la alegría, carecen de menos intensidad expresiva. Los personajes de Morgado parecen volcados hacía un mundo interior al que el autor parece invitarnos a trasladarnos en la contemplación de su obra. Sus cuadros presentan escenas de vida donde ésta trascurre y produce su milagro en un plano distinto al de las apariencias. Sus lectores abismados sobre un libro, el público individualizado de las escenas de flamenco con sus cantaores, guitarristas y bailaoras, el bebedor absorto y contemplativo, el torero de mirada perdida, parecen remitirnos al misterio de la comunicación estética, de la emoción y el placer que acompaña la creación de toda obra de arte, donde las fronteras entre el artífice y el espectador parecen disolverse. La muestra incluye un par de sabrosos paisajes que sirven de contrapunto a ese mundo de densa humanidad y que apuntan hacia un terreno donde las dotes del pintor para cargar de expresividad la composición, su habilidad para captar las formas con trazos que aúnan cualidades aparentemente dispares, ligereza y solidez, y un sentido libre y valiente del color podrían dar excelentes frutos. Manuel Morgado, formado en la Facultad de Bellas Artes de Sevilla, simultanea la docencia –como profesor en el Bachillerato Artístico del IES. Las Cumbres de Ubrique- con su dedicación a la pintura y al dibujo. Su faceta de dibujante, aparte de constituir en él una función vital como la respiración –su procesamiento de la realidad a través del dibujo se manifiesta en infinidad de situaciones de la vida cotidiana- se ha plasmado en la faceta de ilustrador de libros y revistas culturales. Esta dimensión de su quehacer lo vincula con otra de sus pasiones, aparte de la pintura y otras artes plásticas –no es vano es descendiente de una familia de alfareros ecijanos-, la pasión por la lectura. Ha colabora con la revista Quites de Valencia, en el fanzine Radio Etiopía de Cádiz, con La Ronda del Libro, y ha puesto imágenes a relatos de Fernando Quiñones y otros autores gaditanos. Se ha prodigado elaborando carteles de los eventos más diversos, pero sobre todo relacionados con el mundo del flamenco. Ha expuesto en Sevilla, Madrid, Jerez de la Frontera, Las Vegas (EEUU). En Ubrique, se dio a conocer al público en una exposición en Los Cuatro Caminos, allá por el año 2002. En esta localidad mantiene vínculos de amistad con otros pintores ubriqueños, algunos de los cuales han sido sus alumnos. Pedro Bohórquez
1 Comentario
Nuestro compañero Manuel Morgado hará una expposición retrospectiva de su obra en el Convento de Capuchinos de Ubrique. Unos cuarenta cuadros de gran calidad y variedad estarán expuestos en el Convento desde el 10 al 30 de abril. LA INTENSIDAD DE LO NEGRO ¨El artista es la mano que, mediante una tecla determinada, hace vibrar el alma humana¨
Kandinsky Difícil trazar con palabras lo mucho que puede decirse de la persona de Manolo Morgado y de la producción de este destacado artista ecijano. Difícil porque Manuel Morgado no es un pintor, ni un escultor ni un artista al uso. Él trasciende el significado de dichos términos y se coloca en la dimensión de lo sublime que sólo los grandes son capaces de alcanzar. Las obras que aquí se reúnen ofrecen una visión ajustada de la trayectoria de un genial artista que siempre se ha mantenido fiel a su poética creadora y al que el paso del tiempo ha consolidado en la diversidad de sus planteamientos, convirtiéndolo en un referente imprescindible dentro de la pintura contemporánea de los últimos años. Pintor prolífero, cuya obra dificulta su clasificación dentro de estilo artístico alguno; si bien su marcado sello personal, fruto de una renovación constante, contiene leves reminiscencias fauvistas, expresionistas, postimpresionistas y, sobre todo un excelso talento creativo. La autenticidad de su arte y su honradez pictórica nos dan la verdadera medida de su ingenio. El dibujo se convierte en la más desinhibida y acertada de las actividades de Morgado, con el que logra crear un universo humano sin parangón. Dibujante infatigable, de trazos apasionados que, con gesto rápido construye un armazón dibujístico apto para revestir de armonías cromáticas. La densa retórica del dibujo espontáneo le permite dominar, con firmes aciertos, toda clase de procedimientos pictóricos y escultóricos: El grabado, la aguada, el óleo, el acrílico, el linóleo, el falso grabado, el grafito, el collage, el xilograbado, el barro cocido, el poliéster etc. Pero es en la cartelería y en las ilustraciones en las que el pintor arriesga arrancando a lo representado toda su esencia: una fiesta de carnaval con tipos solanesco, una noche flamenca con cantaores desgarrados, una inocente obra de títeres, una feria del libro o la celebración de una comida entre compañeros. Su extremada libertad individual, su talante inquieto y una mirada contemporánea siempre atenta a las últimas tendencias artísticas, lo capacitan para crear, con unos pocos bosquejos, obras de gran complejidad compositiva y de variada temática, entre las que podemos mencionar la serie de grabados taurinos y flamencos, la cartelería los cuadernos de viajes, etc. Morgado crea su propia ley de contrastes, pues su obra está impregnada de una tensión oculta que contrapone un encuadre muy movido y las ondulaciones de la línea serpenteante con la quietud y estatismo que otorga a lo representado una paleta de colores planos. Su producción está siempre vinculada a la presencia de personas, objetos y lugares del mundo real, donde toreros, lectoras, cantaores o amigos, a partir de un trazo firme y decidido, transgreden la realidad y se convierten en protagonistas de lo cotidiano. Ejerciendo de cronista de su época el artista alterna con sus personajes, le arranca el sentimiento, los esculpe y luego pone a cada escena música de ambiente y la convierte en un soporte de reflexión acerca del individuo y del mundo de hoy. Desde un punto de vista puramente plástico, la obra de Manolo Morgado está resuelta con un alto grado de esquematismo y síntesis. Nada sobra en la composición. Todo aparece en su justa medida; ya que en sus personajes, el artista escudriña los rasgos del retratado, no le interesa la fidelidad mimética, sino captar la expresión del gesto, capturar el instante de sus movimientos y exaltar su grandeza en la certidumbre de lo habitual. Para ello recurre a la intensidad del negro como telón de fondo del escenario en el que actúan sus creaciones. El negro como color en el que se intensifican los demás colores, el negro como sombra en la que se esconden los desgarros del quejío flamenco, el negro como horizonte del interior lúgubre de una taberna, Fondonegro como título de un blog en el que el artista muestra un alto nivel de compromiso con la sociedad de su tiempo. Para concluir, me permito la licencia de apropiarme de la famosa frase de Paul Cezanne: “No se trata de pintar la vida, sino de hacer viva la pintura” porque justo eso es lo que hace Morgado, insuflar vida a sus obras. ROSARIO BERRAQUERO VERA |
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Noviembre 2011
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